DESPUÉS DE OMEGA

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OBJETOS TESTIMONIALES EN LAS
INSTALACIONES RE-CORRIDOS,
BARRIO SANTA INÉS-EL CARTUCHO
Y LIMPIEZA DE LOS ESTABLOS DE
AUGÍAS DE MAPA TEATRO

David Gutiérrez

ensayo largo

 

Para Pedro E. Gutiérrez y
Cristóbal A. Jácome
Por incitar la confianza

 

La posesión nunca es la posesión de un utensilio, pues este nos
remite al mundo, sino que es siempre la del objeto abstraído de
su función y vuelto relativo al sujeto.
Jean Baudrillard,
El sistema de los objetos

 

preámbulo…

Hay sujetos y sus objetos. Algunos sujetos están sujetados a sus objetos, a su valor, a su significación, a su recuerdo. Otros dejan pasar sus objetos, otros les reclaman. Unos los desean, hacen su vida en su búsqueda; unos los reciben y se comprometen por ellos. En algunos casos nos cansamos, pero algunas veces el aprecio que les hemos puesto nos hace reclamarlos. A veces, les vendemos, luego vamos a su compra. Otras veces se olvidan, luego son genialmente recobrados, por uno o por los otros. Otras veces nuestros objetos están predestinados de alguna manera por nosotros mismos; serán preservados por otros; son coleccionados. Aun así, abandonamos infinitos objetos. Día tras día dejamos atrás, de lado, debajo, en lo incógnito, objetos que una vez significaron, valieron, nos sujetaron y que ya no nos significan, valen o sujetan. Estos objetos están desposeídos, des-sujetados. No valen ritualmente. Si ya no importan, ¿para qué poseerlos? Han llegado a su fin, Omega.
Paradójicamente estos objetos-desposeídos son vueltos a poseer por desposeídos. Esta posesión es otra, más allá de los objetos que nunca han perdido su sentido precisamente por que lo han perdido todo: es la posesión del desecho, del desechable. El, ella, algunos, recorren y recogen. Toman objetos antes de que devengan basura, antes de la inutilidad absoluta. El, ella, algunos, hacen con estos objetos lo que nosotros hacemos con los objetos: se sujetan a ellos, los significan, los valorizan, los reclaman, los desean, hacen su vida en su búsqueda, los recibe, se comprometen por ellos, se venden, se compran, se olvidan, se recobran, se preservan, se coleccionan y, también, se abandonan. Aun así nunca serán como nuestros objetos pues llevan la marca de nuestro abandono. Pero ahora son sus objetos, ellos: de alguna manera otra estos objetos hacen a sus desposeídos sujetos, les constituyen.

Ω
siendo precario

¿Cómo tratar a estos objetos-sujetados?, ó mejor aún, más sensato, ¿cómo reconocer la manera en que se hacen hablar, más allá del animismo ó de una condición ritual? ¿Cómo reconocer cúando los objetos se hacen significar como parte de un proceso de la memoria? ¿De qué memoria se habla? ¿La de los objetos o la de los sujetos a los que están sujetados?
Una consideración para abordar estos objetos. Cuando Eleonora Fabiao (2006) se acercó a las creaciones objetuales y azules que el brasileño esquizofrénico y paranoico Arthur Bispo había concebido en el Asilo Colonia Juliano Moreira de Río de Janeiro, develó un adjetivo: precariedad. Este adjetivo fue tan profundo que en su pensamiento fue repetitivo y constitutivo: precario, precariedad, precarious. Estos objetos fueron creados en el trato afectuoso de aquello que había sido desechado, desposeído y, a su vez, revitalizado y divinizado por la cosmogonía que construyó sobre sí mismo el propio A. Bispo. E. Fabiao considera:

Estos objetos tienen la naturaleza paradójica de ser, simultáneamente, de convertirse en vida y convertirse en muerte. Por lo tanto, me gustaría sugerir que por la cualidad intrínseca y latencia paradójica… deberían denominarse Becoming Objects (Objetos Siendo)… Estos Becoming Objects, como seres paradójicos, son simultáneamente corporizados y momificados, ideas y cuerpo: ambos siendo paridos y muriendo, siendo paridos mientras mueren, muriendo mientras son paridos. Los Becoming Objects son paradójicamente palabra y cosa, nombre y objeto, sentido y designación: son objetos anormales en su inexorable modo de combinar lenguaje y objetos, palabra y forma2.

Podemos llevar a los Objetos Siendo un poco más allá de A. Bispo y E. Fabiao. Con ella y gracias a él podemos hacer la pausa y comprender una manera de ser del objeto. El objeto-desechado del desposeído es afirmado en su precariedad como contundencia vital, continúa siendo por el acto de poseerlo: lo hace a él, a ella, a algunos siendo. Mas allá de usar los objetos, se hace con ellos, se hacen cosas que no son solamente de su uso ya que éste ha sido desechado aunque por su uso siga siendo usado. Hay algo más. Unas tijeras oxidadas, unos retablos húmedos, unos juguetes de plástico sucios, unos radios sin maquinaria, unas botellas rotas, unos ladrillos partidos, un sillón corroído, una estera de plástico manchada, una cama desmantelada, un orinal de cerámica roto, unas puertas de madera viejas y sin cerradura, y una casa vieja abandonada no son unas tijeras, retablos, juguetes, radios, botellas, ladrillos, sillón, estera, camas, orinal, puerta y casa tal como las concebimos, pues cargan la marca de nuestro abandono. Por el abandono, los objetos adquieren resitencia frente algunos sujetos. Siendo porque cosen con tijeras oxidadas, enmarcan en retablos húmedos, juegan con juguetes de plástico sucio, arreglan radios sin maquinaria, beben en botellas rotas, construyen con unos ladrillos partidos, descansan en un sillón corroído, se arropan en una estera de plástico manchada, duermen en una cama desmantelada, orinan en un orinal de cerámica roto, cierran sus habitaciones en unas puertas de madera viejas y sin cerradura, y viven una casa vieja abandonada3.

Así como A. Bispo actúa sobre los objetos y de esa manera se constituye, este acto-siendo por los objetos del desechable habla de una materialidad sensible y de una supervivencia. De una vitalidad. Son objetos siendo testimonio de estos sujetos. A estos sujetos se les llama recicladores.

 

Ω
El objeto es lo que más se presta a ser ‘personalizado’ y contabilizado a la vez. Y para esta contabilidad subjetiva, no hay nada exclusivo, todo puede ser poseído, investido o, en el juego del coleccionista, colocado, clasificado, distribuido. El objeto, de este modo, es en sentido estricto un espejo: las imágenes que nos remite no pueden menos que sucederse sin contradecirse y es un espejo perfecto, puesto que no nos envía las imágenes reales, sino las imágenes deseadas. En pocas palabras, es un perro del que no queda más que fidelidad. Y puedo mirarlo sin que él me mire. He aquí porque se invisten los objetos de todo aquello que no pudo lograrse en la relación humana.
Jean Baudrillard, El sistema de los objetos.
Un lugar del mundo llamado “El Cartucho”

Hacia la década de 1930, las calles del prestigioso barrio Santa Inés y San Victorino del centro de Bogotá contaban con la más ilustre e incipiente burguesía comercial de Colombia4. Desde entonces ha sido una zona siempre deseada. Cercano a los centros de poder económico y político del país, el barrio Santa Inés conservó varios de los aspectos urbanos más relevantes de la modernidad: plazas de mercado, vías de transporte intermunicipales, plazas comerciales, vías ferroviarias principales, y algunas de las construcciones mas avanzadas en el desarrollo arquitectónico. Santa Inés era elegante. Los migrantes campesinos llegaron y se radicaron en los barrios aledaños, la añoraban. Los principales productos de comercio se adquirieron en sus plazas. Los invitados extranjeros caminaban por sus calles contemplando la energía propia de una pequeña ciudad que se adelantaba al alba de su proyecto de nación.
Como suele suceder, la ciudad creció. La zona norte de la ciudad prometió nuevos enclaves de urbanización y la burguesía los tomó. San Victorino pasó a ser zona comercial, Santa Inés, traicionada, poco a poco fue desposeída de su clase social y comenzó, no sin desgano, a permitir que migrantes de la violencia de la década de 1950 y la incipiente clase media-baja urbana la hiciesen suya.